El académico de la Universidad Diego Portales analiza los ocho meses de la actual administración en Educación, evaluando con “nota insuficiente” a las autoridades a cargo, y si bien considera que esta área vive una crisis, sostiene que “no es cierto que enfrentemos un terremoto y que no sepamos cómo seguir”.
En entrevista con el Diario de la Educación, el actual académico de la Universidad Diego Portales (UDP), José Joaquín Brunner, analizó el actual momento del sistema educativo chileno, fuertemente golpeado por una pandemia que ha generado importantes retrasos, tanto en aprendizaje, el desarrollo del lenguaje de niños, niñas y jóvenes, así como en la salud mental de toda la comunidad escolar.
El docente considera que dicha situación acentuó aún más los problemas que el sistema educativo arrastraba por años, así como evidencia que el sistema está en crisis y que no existe, en su opinión, una estrategia para abordar eso. Asimismo, manifestó que, las actuales autoridades han equivocado el diagnóstico, y que si bien conocen su responsabilidad y los aspectos a abordar para sacar adelante el sistema y liderar ese proceso, se han dedicado a transmitir las desconfianzas que tienen, y finalmente avanzar sin rumbo claro.
¿Cómo evalúa la actual situación de la educación en Chile?
La pandemia ha dramatizado una situación de nuestro sistema escolar que conocemos bien: resultados de aprendizaje estancados desde más de una década, alta desigualdad en cuanto a la calidad de las oportunidades de educación ofrecidas, débil profesionalización de los docentes, desconfianza de la elite política (la de ayer y la de hoy) en la institucionalidad de nuestro sistema mixto de provisión. La pandemia, con el cierre tan prolongado de colegios que existió en Chile (la más prolongada de todos los países de la OCDE), volvió todavía más dramáticos estos déficits. Las niñas, niños y jóvenes de familias de menores recursos perdieron aprendizajes de una manera exagerada, profundizando las desigualdades educativas. Hay severos problemas de salud mental y pérdida de hábitos de disciplina individual y social. La deserción vuelve a aumentar. Los docentes están exasperados. El sistema se encuentra en tensión. Hay una sensación generalizada de que hemos retrocedido, lo cual es cierto.
¿Usted considera que estamos frente a una crisis de la educación en Chile?
En efecto, estamos con una crisis que tiene dos caras. Hacia el pasado, hemos acumulado problemas de arrastre que se han expresado con más virulencia durante los años de la pandemia. Hacia el futuro, carecemos de una estrategia nacional para salir de la crisis. Luego, estamos en un mal pie. Sin embargo, no es cierto que enfrentemos un terremoto y que no sepamos cómo seguir. La agenda para la educación es bastante clara y de sentido común. Debemos dedicar un urgente, concentrado y eficaz esfuerzo nacional para ir en apoyo de nuestros estudiantes, sobre todo los más perjudicados por la pandemia. En seguida, debemos restituir la confianza de la elite política, sobre todo del gobierno, en el sistema que tenemos, en sus colegios y comunidades, en su potencial, sobre todo.
¿Cómo evalúa las acciones que ha tomado el gobierno al respecto y las medidas aplicadas en lo que va de la actual administración?
Evalúo con nota insuficiente al Gobierno en el sector educación pues, en vez de estar a la cabeza de esos esfuerzos, de liderarlo, buscando la unidad nacional tras de él, se dedica, increíblemente, a una “hoja de ruta” que parte por manifestar la más grande desconfianza en el sistema que tenemos y en el deseo declarado explícitamente de “cambiar el paradigma” del sistema y las políticas. O sea, una propuesta que es un completo contrasentido en el momento actual. En vez de devolver su confianza al sistema y sus componentes, los condena ideológicamente y deja a la mayoría de las comunidades escolares en vilo.
El ministro llegó al cargo anunciando lo obvio, lo correcto: que el Mineduc se dedicaría a una gran prioridad, que era apoyar a los colegios de norte a sur para poder abordar los efectos negativos de la pandemia. Pero ese discurso duró solo unas pocas semanas. En efecto, a poco andar, el ministro esgrimió su hoja de ruta y se lanzó contra los molinos de viento, que son los paradigmas que sus asesores llaman “neoliberales”, y que aparecen como el desafío a enfrentar, no los problemas de la sala de clases, las deficiencias escolares en infraestructura y gestión, la salud mental dañada de tantos alumnos y alumnas, el clima de desorden y violencia en muchas escuelas y liceos. En suma, el Mineduc ha equivocado el diagnóstico, se ha dejado confundir por los molinos de viento, y cabalga sin dirección, escuchando fantasías en vez de atender las urgencias reales.
¿Qué opina de la comunicación y los mensajes que ha transmitido el Mineduc, respecto de los proyectos y cambios que pretende realizar en materia de sistema de educación chileno, por ejemplo, lo ocurrido con los Liceos Bicentenario?
Creo que ha quedado claro que la comunicación ministerial respecto de este asunto fue confusa, contradictoria, zigzagueante y poco feliz. De partida, hay cerca de 300 mil estudiantes, la gran mayoría vulnerables y de reducidos recursos, que no saben bien qué los golpeó y dejó en la cuerda floja. Agréguense las familias. Y las comunidades que a lo largo de los territorios se identifican y apoyan a esos establecimientos. La única cosa clara, pues el propio ministro así lo dijo, es que la decisión que se comunicó no estaba basada en una evaluación objetiva, independiente, respecto a la experiencia que esos colegios Bicentenario han significado para la sociedad chilena. O sea, ahora se pedirá una evaluación independiente, cuando lo lógico habría sido comunicar una resolución sobre ellos después de conocer esa evaluación.
¿Por qué cree entonces que el Mineduc hizo ese anuncio de ese modo?
Por una razón que también dejó entrever el ministro: porque el Ministerio considera que los Liceos Bicentenario poseen un “sesgo elitista”. O sea, otra vez los molinos de viento. Quien conozca estos establecimientos sabe que no tienen ni una sombra de elitismo, ni ningún privilegio, sino que reciben a adolescentes chilenos de familias de estratos medios populares y de familias vulnerables y parecen tener éxito en sus resultados de aprendizaje. Más bien, por tanto, podrían ser un ejemplo de lo que necesitamos multiplicar, escalar, hacer crecer y aprovechar para fortalecer la solidez y calidad del sistema escolar de nivel secundario. Pero, en vez de asumir ese reto, el Mineduc parece más interesado en restarles apoyo a estos liceos, en transmitirle a sus comunidades escolares su desconfianza y falta de aprecio. Es bien incomprensible, la verdad.
¿Qué consejos o recomendaciones deberían tomar las autoridades de educación para retomar rumbo y avanzar en mejorar la educación?
Más que consejos lo que hay que dar al Mineduc es apoyo, alentarlo críticamente, deliberar sobre sus propósitos, mostrar las fallas que puedan existir y discutir posibles enmiendas, soluciones o mejoramientos en el difícil arte de gobernar uno de los sistemas más complejos e importantes de cualquiera sociedad en el siglo 21. Creo que, aún dentro de lo difícil de la situación, la autoridad sabe perfectamente que su responsabilidad principal es sacar adelante el sistema en al menos tres aspectos.
Primero, apoyar a los colegios para manejar y superar los daños dejados tras de sí por la pandemia. Esa es la prioridad: dentro de las salas de clases, al lado de los directivos y profesores, con cercanía a las comunidades escolares.
Segundo, impulsar un clima de orden, convivencia y seguridad en los colegios, devolviéndoles la confianza que merecen y necesitan para desarrollarse y cumplir su misión. Hay que poner fin a la violencia anárquica de los establecimientos emblemáticos y preocuparse de reforzar el sentido de autoridad y la convivencia en todos los establecimientos a lo largo del país.
Tercero, hacerse cargo de temas gruesos que son verdaderas encrucijadas para el sistema: cómo asegurar una efectiva transición de lo municipal los servicios locales, cómo apoyar la profesionalización y evaluación de todos los componentes del sistema escolar y cómo construir desde abajo el pilar fundamental del sistema, esto es, jardines infantiles capaces de compensar las desigualdades de la cuna.